El año antes de entrar a la universidad, Brandi Monnier decidió realizar una dieta para bajar los kilos extra que había ganado durante dos años de fiestas.

Al comienzo su meta era bajar unos cinco kilos, lo que no parecía un verdadero desafío en ese entonces. Ella quería seguir una dieta simple y volver al cuerpo delgado que había tenido la mayor parte de su vida.

Lee también: Vivía con fuertes dolores en su útero: un quiste la acompañó desde su nacimiento

Me dije a mí misma: Voy a comer limpio, solo frutas y vegetales. Todo tenía que ser libre de grasas y azúcar“, recuerda.

Pero a medida que avanzaba el verano, pasó de comer una variedad de vegetales saludables a alimentarse solo de una manzana al día. En tres meses Brandi perdió 14 kilos y pesaba apenas 36 kilos. Para su estatura estaba siete kilos por debajo de lo que se consideraba “normal”. “Cuando te miras en el espejo, no piensas que te ves tan delgada como en la vida real. Nada es lo suficientemente bueno“, afirma.

Al comienzo, sus compañeros de trabajo de la tienda Nordstrom la felicitaron por lo bien que le quedaba la ropa, pero a medida que iba perdiendo más peso le llegaron a preguntar hasta si tenía cáncer. De hecho, su hermandad universitaria le dijeron que no podría volver a vivir con ellas a menos que consiguiera ayuda, y así fue como Monnier ingresó al hospital de Seattle, Estados Unidos, por dos semanas.

La joven estaba lidiando con el trastorno que se conoce como ortorexia, un desorden alimentario que se basa en el hecho de “comer limpio”, pero a un extremo obsesivo y peligroso.

A veces la ortorexia se limita a una dieta con cierto tipo de alimentos y en pequeñas cantidades. A veces también incluye la sincronización de la alimentación“, señala Ovidio Bermudez, director clínico del Centro de Recuperación de la Alimentación, en Denver, según consigna el portal GoodHouseKeeping. “A veces algunas personas con ortorexia evitan todas las grasas, la carne, los carbohidratos, el gluten y/o productos lácteos. Eso produce mucha pérdida de peso y deficiencias nutricionales“, agrega.

Luego de su tratamiento, Monnier comenzó a sentirse mejor, pero claramente la recuperación de un trastorno alimentario es un proceso largo y los riesgos están en todas partes. Fue así que cuando cumplió 24 años, y estaba planeando su boda, la joven nuevamente se obsesionó con su figura y con el hecho de entrar a la perfección en su vestido de novia, y si a eso sumamos todas las expectativas de ser una “novia hermosa”, el resultado fue fatal.

Quería lucir perfecta, pese a que era algo inalcanzable. Todo se trata de un día“, recuerda Moonnier.

Sus hábitos de alimentación no era tan extremos como cuando estaba en la universidad, pero aún era muy exigente con lo que comía. Además, tomaba pastillas adelgazantes y corría 8 kilómetros diarios.

Este trastorno es conocido como brideorexia, que si bien se asocia a esta práctica de “lucir bien en un vestido de novia”, es algo mucho más profundo.

Esto es cuando los preparativos de una boda se vuelven una prioridad y la mujer tiene que conseguir el peso que se fijó a sí misma“, comenta Bermudez, y agrega: “Algunas mujeres funcionan con atracones y vómitos, como una forma de lidiar el estrés“.

Y su historia con desórdenes alimentaros no termina ahí…

Cuando tenía 28 años, Monnier quedó embarazada por primera vez y trató de alimentarse normalmente debido a que estaba preocupada por la salud de su hija, pero tan pronto como nació lo único que quería era conseguir un coche para salir a caminar. Si bien señala que en lo único que quería pensar era en su hermosa bebé, no podía dejar de pensar en su cuerpo. Tanto que nuevamente peleó con los kilos y casi termina internada en un hospital.

Este trastorno es conocido como pregorexia“, y es un tipo de desorden que se manifiesta durante el embarazo o justo después de que el bebé haya nacido. Estas acciones pueden tener efectivos negativos tanto en la madre como en el desarrollo del feto.

Un patrón similar se dio cuatro años más tarde con el nacimiento de su segundo hijo. Cuando el pequeño tenía diez meses, su familia estaba tan preocupada por ella que nuevamente tuvo que ser internada en el centro de recuperación donde estuvo cuando joven, pero esta vez por tres meses.

El tratamiento ayudó pero solo temporalmente. Tres meses después de que terminara el programa, su marido le pidió el divorcio. Monnier estaba tan mal que comenzó a cortarse e incluso consideró el suicidio. Así, volvió nuevamente al centro por otros tres meses.

Esta vez me enfoqué, porque sabía que si no me recuperaba perdería la custodia de mis hijos. Fue largo y difícil, pero me puse mejor“, recuerda.

En tanto, sus médicos experimentaron con diversos medicamentos hasta que encontraron algunos que trabajaban bien juntos. También se motivó a comer y a hablar de sus luchas con un grupo de apoyo, un terapeuta personal, y un dietista.

Brandi continúa en recuperación desde hace 4 años y medio. Actualmente tiene un nuevo trabajo y volvió a casarse. Asegura que se siente “increíble”, como si fuera una personas totalmente distinta. “Me siento libre, como si finalmente estuviera viviendo“.

Agrega que ya no se preocupa de lo que se echa a la boca. “Comeré helado con mis niños y comida rápida de vez en cuando. Me encanta la pizza ahora y puedo disfrutarla. Y también puedo salir a almorzar con gente del trabajo, algo que antes no hacía, pues incluso tenía dificultades para comer en frente de mi familia. Nunca me imaginé llegar a ese punto“, confiesa.

Por último, Monnier anima a cualquier persona que esté pasando por algo similar que pida ayuda lo más rápido posible. “Algunas personas creen que la solución es simplemente “comer”, pero es mucho más que eso, es un desorden mental. En mi interior yo estaba muriendo por ayuda, pero en vez de eso pretendía que todo estaba bien y me portaba muy desafiante. Hubiese deseado tener el valor para pedir ayuda“, remata.