Los trastornos alimentarios lideran las enfermedades juveniles. Entre los más conocidos están la anorexia, la bulimia, el trastorno por atracón y el trastorno por evitación/restricción de alimentos.

De acuerdo a información de la Fundación Pesa tu Vida, los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA) son una de las principales enfermedades de nuestra juventud. Y según cifras del Colegio Médico (2011), medio millón de chilenos de entre 14 y 30 años sufren anorexia y/o bulimia, con un 20 por ciento de mortandad.

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En palabras de Carolina Pollmann, psicóloga de la Universidad del Pacífico, los trastornos alimentarios “son enfermedades en las cuales se presenta una excesiva preocupación por el peso corporal y el aspecto físico, y la comida se transforma en el tema central de la vida de la persona que las padece”. Además, señaló que es frecuente que se inicien en la adolescencia, relacionados con los cambios corporales ligados al desarrollo.

! Santiago Alvarez ! (cc) | Flickr
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La profesional indicó que algunas de las conductas que más representan este tipo de trastornos son: el miedo intenso a ganar peso; dejar de comer para bajar de peso; llevar a cabo conductas para eliminar la comida; hacer ejercicio excesivo para bajar de peso; comer grandes cantidades de comida de forma descontrolada; y tener intensas preocupaciones sobre el peso y/o la figura. Por lo mismo, esta serie de prácticas traspasan el tema de la alimentación y afectan otros aspectos como la vida social, pues las personas que viven con un trastorno, por lo general, evitan asistir a reuniones sociales.

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Entre los trastornos alimenticios más conocidos se encuentran la anorexia, la bulimia, el trastorno por atracón y el trastorno por evitación/restricción de alimentos, entre otros. Además, el último tiempo se ha identificado una ‘nueva’ condición llamada ortorexia, que evidentemente podría convertirse en un trastorno alimentario.

La ortorexia consiste en una obsesión por comer sano que llega a niveles patológicos y que empieza por un intento de mejorar la alimentación, para derivar en la presencia de prohibiciones alimentarias y obsesiones respecto a lo que se puede comer, importando más la calidad de la comida que el placer de consumirla. Por ejemplo, se descarta comer grasa animal, harinas blancas, hidratos de carbono, etc., lo que puede desembocar en problemas nutricionales”, señaló la experta.

En este sentido, Pollman indicó que siempre es mejor desarrollar hábitos de alimentación saludable en vez de hacer dietas para bajar de peso, ya que “si te restringes en la alimentación y dejas de comer o haces dieta, empiezas a sentir hambre, y junto con el hambre aparece el impulso de comer. El intento por controlar este impulso puede llevar a que te obsesiones con el tema de la comida o de ganar peso y a la presencia posterior de atracones”.

·S (cc) | Flickr
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Entre las personas que están más propensas a padecer este tipo de enfermedades, la psicóloga afirmó que hay que tener especial cuidado con aquellas que presentan un conjunto de factores psicológicos como baja autoestima, inseguridad, perfeccionismo y, tendencia a auto exigirse o criticarse; factores biológicos como la predisposición genética o susceptibilidad biológica, que es un punto débil en los centros que gobiernan el hambre y la saciedad; y factores sociales y culturales, como susceptibilidad a mensajes de los medios de comunicación en los que se presenta la delgadez como un valor de éxito, belleza y felicidad, lo que se traspasa muchas veces al plano familiar y social.

Por último, Pollman entregó una serie de ‘claves’ para prevenir este tipo de trastornos:

No catalogar los alimentos como buenos y malos, y menos como que engordan o no.

• Poner el foco en consumir cantidades adecuadas y aprender a comer de todo.

• Evitar hacer dieta.

Alimentarse sanamente y eventualmente acudir a un especialista (nutriólogo o nutricionista) para obtener pautas sobre una alimentación sana, variada, que contenga todos los nutrientes que el cuerpo necesita y en las cantidades requeridas, lo que permite mantener un peso estable.

• Alimentarse a horarios regulares.

Evitar utilizar la comida como estrategia de regulación emocional. Si ese es el caso, es recomendable comenzar a trabajar con un especialista (psicólogo, terapeuta) en este tema.

Trabajar la autoestima para sentirse a gusto consigo mismo.

Comer en familia, cara a cara y conversando tranquilamente sobre el día de cada uno, dejando de lado los celulares y la televisión. Generar una buena comunicación familiar.

Aprender a hablar de lo que nos pasa. Compartir las emociones con personas cercanas.

Desarrollar diversos intereses y actividades, tanto recreativas como culturales, deportivas, artísticas, etc.