La recta final de Hijos del Desierto ha dejado en evidencia la maldad sin límites de Antonia Williams. A pesar de la amenaza de Eloísa de contar su oscuro secreto, la mujer no dará pie atrás y buscará huir de Valparaíso con Gaspar y la pequeña Marianita.
Pero el abogado no está tan seguro de seguir ese plan, y antes de armar sus maletas decide ir al sanatorio a despedirse de Ester, el ama de llaves que lo crio y se convirtió en una segunda madre para él.
“Recuerda que ella tiene alucinaciones y delirios. Puede decir cosas que te resulten dolorosas“, le advierte su madre, tratando de disuadirlo.
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Al no conseguirlo, hace una llamada al centro de salud mental para darle nuevas instrucciones al médico en jefe, y así evitar que el personaje de Francisca Gavilán tenga opciones de revelar la verdad a Gaspar.
Así, los enfermeros entran a la habitación de Ester y le inyectan un poderoso sedante que nuevamente le impide comunicarse.
Triste escena en Hijos del Desierto: Gaspar visita a una inhabilitada Ester
Al ingresar al lugar, Gaspar se encuentra con una mujer incapaz de pronunciar una palabra.
“Perdóname por no haber venido antes… ¿Qué te hicieron?”, le pregunta conmovido, acercándose para tomarle la mano y besarle la frente a Ester.
Entonces, le confiesa que fue para despedirse, pues dejará el país. “Me voy a llevar a Marianita y a mi mamá a Inglaterra”, le dice.
“Ayer estuve a punto de hacer una locura y matar a Pedro Ramírez… Tranquila, que no lo hice y no lo voy a hacer tampoco, pero tengo que irme de acá y dejar de sentir este rencor que tengo dentro“, añade el abogado entre lágrimas, mientras ella intenta desesperadamente responder algo que no llega a salir de su boca.
“Siempre te voy a llevar en mi corazón, porque tú también eres mi madre. Eres la persona que estuvo ahí conmigo, acompañándome en esas noches de temores y pesadillas.
Te prometo que haré todo lo que esté a mi alcance para sacarte de acá”, le asegura Gaspar.
Finalmente, quien fuera el alto comisionado de la policía de Valparaíso, termina llorando como un niño, apoyado en el pecho de la mujer que lo acogió y cuidó con amor durante 30 años, pero que por culpa de las maquinaciones de Antonia Williams, perdió incluso su libertad e independencia.