Una terapia contra la pena y la amargura, o sencillamente pasar un rato agradable en casa o camino al trabajo. Eso buscan los auditores que sintonizan de lunes a sábado el 90.9 del dial FM en Concepción y alrededores. Y claro, si durante las mañanas el locutor y animador Juan Antonio Rojas Morales se transforma en el “Cachirupi”, uno de los personajes más bochincheros, emblemáticos y queridos de la zona.
Hablar de él, es hacerlo de una parte importante de la historia de las comunicaciones en la Región del Bío-Bío, y quien con más de 35 años de trayectoria se merece cada uno de los reconocimientos y galvanos que adornan el “rincón del ego” en su casa ubicada en Coronel, comuna donde ha vivido gran parte de sus 64 años (aunque él se siente de 27). Eso sí, reconoce que el premio más importante es el cariño que recibe de sus auditores.
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De trato sencillo y amable con cualquier persona que se cruce en su camino, Antonio o “Cachirupi” -como prefiera llamarlo- se hizo un tiempo en su agenda tras el término de su programa a las 14 horas y recibió a Página 7 para una distendida conversación, a sabiendas que se exponía a los retos de la “injusta” (como se refiere a su esposa Cecilia Salazar) por llegar tarde al hogar. Literalmente, él se mueve de la casa al trabajo y viceversa.
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Infancia y juventud en Coronel
Nació en el seno de una familia numerosa, conformada por sus 12 hermanos (8 mujeres y 4 varones) y sus padres, quienes son sus grandes referentes de la vida. Su progenitor era un hombre culto, intelectual y amante de la lectura, mientras que la mamá -como en muchos hogares-, era la que ponía el orden y mano dura para guiar a sus retoños. “En esos años estaba la cuchara de palo y la correa para los castigos”, acota entre risas dando a entender que tuvo unos duros primeros años.
Pese a las dificultades que pudieran existir en su momento, su infancia y juventud fueron felices y sumidas en el deporte, tanto así, que incluso fue seleccionado de básquetbol en Concepción. Por si fuera poco, también se dedicó a otras disciplinas, como las pruebas de velocidad, salto alto y salto con garrocha -acota con el pecho inflado-.
Bueno, de alguna forma debía explicarse el actual e impecable estado físico que ostenta, y que ni la cajetilla de cigarros que se fuma al día ha logrado diezmar. Eso sí, y derribando el mito y la ilusión de sus fanáticas, no es “rubio, alto y de ojos intensamente azules” como lo ha hecho creer tras el micrófono. Muchas auditoras por años se lo imaginaron en base a esa descripción, hasta que lo conocieron en la calle, en sus innumerables eventos o en las fotos publicadas en redes sociales.
Tras terminar la enseñanza media, como varios compañeros de su generación debió salir a trabajar y sin problemas podría definirse como un “maestro chasquilla”, tan característico de nuestra idiosincrasia. Y cómo no, si hizo de todo antes de llegar al mundo radial en los albores de la década de los 80.
Por cierto, durante toda su vida ha amado y tenido fuertemente arraigado el tema folclórico y cultural. Siempre, acompañado por la guitarra. A la postre, su acercamiento con el arte musical le permitió llegar a la radio, una vez que regresó de Argentina.
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Travesía en Buenos Aires
Después de estar tres meses detenido en un camarín del Estadio Municipal de Concepción por motivos políticos, o como él prefiere decirlo, “por pensar distinto”, en 1974 tuvo que emigrar del país y Buenos Aires fue su destino y hogar por tres años.
En el país vecino Antonio trabajó en cuanto oficio pasó frente a sus ojos. Fue desabollador, carpintero, trabajó en bronce y estaño -recuerda con un dejo de emoción-.
Su esfuerzo le permitió comprar un terreno y un auto. Incluso comenzó a construir su casa, hasta que de un momento a otro lo inundó la nostalgia y decidió volver a su amado Coronel. Un hombre decidido.
En tierras trasandinas pulió aún más su veta artística gracias a la influencia de algunos amigos que conoció. Jamás se separó del folclore y la guitarra.
Al volver a Chile, se trajo muy buenos recuerdos y uno de sus tesoros más preciados, su apodo: El “Cachirupi”.
Inicio radial y el nacimiento del “Cachirupi”
En los albores de la década del 80 e impulsado por su vocación y talento innato, comenzó a trabajar como reportero en la Radio Interamericana de Concepción. Luego pasó a Radio Caracol hasta mayo de 1986, año en que su voz grave, profunda y extremadamente armoniosa terminó por cautivar a don Nibaldo Mosciatti, empresario de las comunicaciones que fundó Radio Bío-Bío, Radio El Carbón, la Punto 7 y la extinta Radio Gabriela, entre otros medios de comunicación.
Líder en sintonía en el programa donde ejercía labores, “Cachirupi” fue tentado por el dueño de Bío-Bío Comunicaciones para reclutarlo en sus filas. Tras intensos coqueteos, finalmente Rojas se “cambió de equipo” y aceptó la propuesta ofrecida. Se fue directo a Radio El Carbón donde se convirtió en el locutor preferido de los mineros en el pique de Lota. Además fue ave de paso por Radio Bío-Bío en Concepción (un año) y Temuco (dos meses) antes de llegar al lugar que hasta hoy ha sido su nido por casi 16 años, la dicharachera y festiva Punto 7.
Con respecto a su particular apodo, éste lo ha acompañado desde sus inicios en las comunicaciones y posiblemente jamás hubiera existido de no haber cruzado la cordillera. “El cachirupi es un pájaro de la zona norte de Argentina. Es ‘chiquitito’ y bien revoltoso. Yo conocí un tipo en Buenos Aires que me contó la historia de este ‘pajarito’ (…) Cuando llegó el momento de ponerme un nombre en la Interamericana la idea era ocupar el ‘súper’… ‘Súper chacotero’, ‘Súper esto’ o ‘Súper esto otro’, pero de repente se me viene a la memoria ‘Súper Cachirupi’ y sonó bien. Así que quedó” -comenta con semblante alegre-.
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Del estudio a los grandes eventos
Fue tal el éxito alcanzado por el “Cachirupi” en las distintas emisoras donde estuvo en sus inicios, que rápidamente despertó el interés de los organizadores de eventos, festivales, fiestas costumbristas, bingos y hasta matrimonios, para que animara a los espectadores con su carisma, simpatía e inagotable capacidad de improvisación. Su presencia, era y es hasta hoy, prenda de garantía.
Ha recorrido toda la región animando decenas de eventos, pero sin duda, su presentación en la primera edición del Festival de Coronel por allá a inicios de los 90′, ha sido uno de los más importantes y el que marcó su vida. Claro, si conoció a su amada “injusta”.
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La “injusta”
Para los fanáticos de su programa que va de lunes a viernes de 9 a 14 horas y el sábado de 9 a 13 por la señal de la Punto 7, hay dos nombres grabados a fuego en la memoria: El de “Cachirupi” lógicamente y el de “injusta”.
Pero, ¿quién es ella? Bueno, ni menos ni más que la mujer que conquistó su corazón hace un cuarto de siglo y con quien está casado hace aproximadamente 10 años. Ella, es su segunda -y hasta el momento definitiva- esposa, para lamento de sus miles y fieles seguidoras que ven al locutor como un fruto de deseo.
Cecilia Salazar Carrera es el nombre de la mujer que flechó a Juan Antonio en ese primer Festival de Coronel. Su amor se ha materializado con la llegada al mundo de dos hijos y una relación sólida.
Sin miedo a decirlo, al auto proclamado “rey de los mangoneados” argumenta que el éxito de la relación duradera ha sido el someterse a las órdenes de su mujer y hacerle caso en todo lo que le pide sin chistar ni reclamar -relata con una sonrisa de cabo a cabo-.
“Aprendí a bajar el moño (…) Hago todo lo que sea para que ella esté contenta y no le den los monos”, acota agregando que además es la encargada de administrar las finanzas en el hogar. Definitivamente, un hombre sometido… pero feliz.
Lavar, cocinar, limpiar, ir a la feria y “secar la ropa con el calor de su cuerpo”, son algunas de las labores domésticas que debe realizar una vez que abandona las instalaciones de la Punto 7.
Con respecto a sus hijos, acota que son su adoración y todos los esfuerzos que ha hecho en la vida son para darles lo mejor y brindarles una educación de calidad. Florencia de 23 años ya está próxima a terminar su carrera de Educación Diferencial, mientras que Sebastián, de 20, se encuentra cursando estudios de Ingeniería en Automatización. A su campeón aún le faltan un par de años para titularse y cuando eso ocurra coincidiría con su retiro de las comunicaciones para comenzar a vivir su vida de jubilado.
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Líder en el corazón de sus auditores: Consejero y amigo
Casi 16 años ya lleva el “Cachirupi” animando a los radioescucha que sintonizan a diario -y sagradamente- la Punto 7 en el 90.9 FM, o la radio online en el caso de los más tecnológicos. Su voz es invitada recurrente en infinidad de hogares, micros, taxis y picadas. Definitivamente, este servidor público es omnipresente.
Arrasando con la sintonía matinal, este locutor que se define como un “animador bochinchero, fiestero, auténtico y sincero”, además llega directo al corazón de su público, a tal punto que muchos se abren para contarle sus alegrías, intimidades, dramas y angustias a cambio de un consejo o una palabra de aliento.
Algunas personas llaman a su programa para narrar sus alegrías, logros y dichas; otros lo hacen para desahogar sus penas influenciadas por algunos problemas como infidelidades o depresión. Al tocar este tema, rápidamente se le vino al recuerdo aquella oportunidad en que llamó un auditor que estaba al borde del suicidio. “La vida es muy linda” le respondió a ese afligido hombre que desistió de cometer un error.
Por otro lado, la arista simpática del “Cahirupi” da cuenta de un personaje inmensamente querido y al que muchas veces le faltan manos para llevarse a la casa todos los regalos que le llevan a la radio. Él se considera un hombre afortunado y extremadamente feliz por tanto cariño recibido. A veces le cuesta asimilar tanto amor hacia su persona -admite sorprendido-.
Las penas de Antonio no se transfieren al personaje
A los cinco segundos de escucharlo uno diría que es la persona más feliz de la vida, y efectivamente así parece ser al aire, puesto que al momento de ponerse los fonos y pararse frente al micrófono todos los problemas y aflicciones quedan afuera, pese que ha tenido dolores muy grandes en su vida. “El personaje entra (al estudio). Juan Antonio Rojas se queda afuera”, señala de manera escueta.
La muerte de sus padres, sus máximos auditores, calaron hondo en el ánimo de Antonio, no así en el “Cachirupi”, ya que si bien estuvo alejado de la locución durante unos días digiriendo su duelo, jamás su voz se “mostró” quebradiza al aire.
Este hecho da cuenta del profesionalismo del hombre tras el personaje que nunca se sienta frente al micrófono. Siempre está de pie, moviéndose y gesticulando para que fluyan más fácil las ideas e infinitas anécdotas durante las mañanas de la Punto 7. Su “maratón” por el estudio y combinada con un partido de “baby fútbol” con los amigos todos los miércoles por la noche, le permiten mantenerse en forma.
Esa actividad física constante ha mantenido la buena salud de Antonio pese a su vicio por el cigarro. Otro de sus vicios son las “mujeres” y en algún momento de su vida también lo fue el trabajo, que lo llevó incluso a trabajar durante varias festividades de Fiestas Patrias, Navidad y Año Nuevo, sin embargo, comenzó a bajar la carga laboral ante el reclamo de su familia.
Vida plena y sueños
Como toda persona con un propósito en la vida, él se considera un soñador y si bien ya ha alcanzado varios como formar una familia sólida, tener éxito en el trabajo y ser querido por su público o, tener su “cabañita” de veraneo en el sector de Santa Elena en la calurosa comuna de Quillón (a unos 70 kilómetros al norte de Concepción), aún tiene un par que espera cumplir en los próximos años.
Viajar a Cuba motivado por su exquisita cultura es uno de sus grandes anhelos. Él se declara un amante de la música y el arte de la isla que espera conocer junto a su familia una vez que sus retoños terminen los estudios. Para lograr su propósito asegura que está ahorrando “chaucha a chaucha”, pero no es una tarea fácil considerando que no hay bolsillo que aguante estar pagando dos carreras a la vez.
Finalmente, se dice que toda persona debe hacer tres cosas antes de partir de este mundo. El árbol ya lo plantó. El hijo ya lo tuvo… y más de uno. Y bueno, faltaría escribir el libro, del que ya tiene un borrador y sólo faltaría -algo no menor como- el auspicio para editarlo y publicarlo. Sus páginas recopilan los mejores momentos, historias, chistes, adivinanzas, y payas que han nacido improvisadamente junto a sus fieles auditores en casi 16 años de programas en la Punto 7. “Las aventuras del Cachirupi” es uno de los nombres tentativos de la obra, que sin duda, sería éxito de ventas.
A continuación y para cerrar esta entrevista con broche de oro, te dejamos con una fotogalería para que conozcas al “Cachirupi” en su entorno natural, en su estudio y refugio donde pasa largas horas al día entreteniendo a sus auditores.
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