La joven estadounidense, Brittany Burgunder, conmovió las redes sociales con la historia de su lucha contra la ansiedad, anorexia, adicción al ejercicio y problemas alimentarios. La situación se salió tan fuera de control, que un año pesaba 25 kilos y los médicos la habían dado por muerta y al siguiente, sobrepasó los 100 kilos comiendo de puro estrés.

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Sus memorias fueron recogidas en su nuevo libro, La seguridad en los números: de los 25 a los 100 kilos, mi batalla contra los desórdenes alimenticios. La joven relató que solía ser una niña feliz, con pasatiempos sanos y una familia que la apoyaba mucho. Hasta que su mundo seguro se destruyó al entrar al colegio: allí no tenía amigos y se convirtió en objeto de burlas.

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“Pensé que era mi culpa. Creía que había algo malo conmigo”, declara en un emocional video, tal como traduce Página 7. El constante bullying al que estaba expuesta hizo mella rápidamente: a los 13 años “mis expectativas eran irreales y mi autoestima no existía”. Brittany comenzó a desarrolló problemas con la comida y fue diagnosticada de anorexia nerviosa.

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Su primera vez rehabilitándose en un centro médico “volví a mi hogar y mis padres pensaron que estaba sana. Pero estaban equivocados”, detalla. Britanny se volvió adicta al ejercicio y tapaba sus problemas con la alimentación practicando tenis y equitación todo el día. El problema la siguió hasta la universidad, donde debió suspender estudios por motivos médicos y porque “tenían miedo de encontrarme muerta en mi dormitorio”, precisa.

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Hubo un momento en que llegó a estar tan mal que perdió la movilidad por completo, enfrentaba una falla de hígado, no reconocía a la gente, estaba calva y necesitaba de transfusiones de sangre constantemente. “No me dieron posibilidad de vivir. Mis padres tenían que planear mi funeral”, agrega.

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Aún así, la joven logró estabilizarse y la transfirieron a otro centro, donde consiguieron que aumentara de peso. Pronto cayó en otro problema: comer en exceso. “Después de muchos años de control, resistencia y de dejarme sin comida, me rendí. Era una desatada, maravillosa y terrorífica sensación. No sabía cómo detenerme. Había subido a los 34 kilos y seguía subiendo. No me había dado cuenta que había cambiado la anorexia por comilonas por ansiedad”, detalla.

Britanny tocó fondo cuando se subió a la balanza y se dio cuenta que pesaba 100 kilos: “Seguía estando igual de enferma. Sólo había cambiado mi apariencia. Seguía sintiéndome humillada y avergonzada. Me oculté en mi casa saliendo sólo para comprar comida para devorar”, recuerda.

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Durante un buen tiempo, la joven continuó luchando contra la bulimia, el uso de laxantes y las poco saludables subidas y bajadas de peso, hasta que sus padres le consiguieron un terapeuta en casa que comenzó a ayudarla paso a paso. Volvió a jugar tenis y a practicar equitación y con ayuda del apoyo de su familia, logró mantenerse en un peso normal y retomar sus estudios.

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Hoy, ella decidió compartir su historia “para ayudar aunque sea a una persona” y también para recordarse a sí misma todo lo que ha luchado para llevar una vida sana y así dejar de ser tan destructiva consigo misma.

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