Sin duda este es uno de los antojos más extraños que una mujer embarazada puede tener, pero para Michaela Martin es casi una “experiencia religiosa”.
Desde su segundo embarazo, la joven de 23 años desarrolló un deseo terrible de comer detergente en polvo. Todo comenzó alrededor del tercer trimestre de aquel embarazo, cuando sintió la necesidad de oler detergente.
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Tan pronto como metió sus dedos al químico, se los llevó a la boca. “Mordía los granos entre los dientes, descubriendo la textura del polvo y su sabor. Luego, lo escupía y me enjuagaba la boca de inmediato“, señala la neozelandesa, según consigna el medio británico Metro.
Martin comentó al medio local New Zealand Herald, que no era tanto su gusto por el sabor, sino que le gustaba sentir el polvo entre sus dedos, su olor, y masticarlo por la textura.
“Incluso luego de intentarlo y desilusionarme del sabor (del detergente) una vez que lo probaba, continuaba haciéndolo insaciablemente“, confiesa.
Solo cuando ella descubrió que presentaba síntomas de una desorden alimenticio no muy conocido y llamado “pica”, comenzó a preocuparse.
Este desorden “abarca las ganas de comer objetos o sustancias que no son aptas para el consumo humano y no tienen ningún valor nutricional”, señala la web inglesa especializada B-Eat.
Michaela, no experimentó este trastorno durante su primer embarazo, y espera con ansias que una termine su embarazo, desaparezca. “No puedo esperar a dar a luz para volver a tener un paladar normal“, remata.