¿Qué harías si supieras que sufres de una enfermedad que no tiene cura? Muchos aprovecharían sus últimos días para disfrutarlos junto a su familia y otros, simplemente se ahogarían en una botella y caerían en los excesos. Pero el joven neozelandés, Jake Bailey, decidió estremecer a sus compañeros con un gran discurso de despedida en su graduación.
Aunque se sentía débil y debió usar una silla de ruedas, el joven de 18 años se presentó en la ceremonia de la Secundaria para Hombres Iglesia de Cristo, donde sus palabras conmovieron a todos, viralizándose en todas las redes sociales. Jake las había preparado un par de semanas atrás, un poco antes de recibir una impactante noticia.
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“Escribí este discurso y una semana antes de entregarlo, me dijeron ‘tienes cáncer’. Dijeron ‘si no obtienes ningún tratamiento en las siguientes tres semanas, vas a morir’. Luego me dijeron que no estaría aquí esta noche para leerlo”, afirmó.
El joven fue diagnosticado de un complicado linfoma llamado Burkitts non-Hodgkin, motivo por el cual debió ser hospitalizado. Los médicos tenían miedo de que este cáncer cobrara su vida en cualquier momento y no le dieron más de un mes. Bajo ese panorama, entregar el discurso parecía un sueño imposible…
Pero Jake se puso su uniforme, se trepó a su silla de ruedas y se subió a ese escenario, superando todas las expectativas. Y a pesar de que la emoción parecía superarlo a ratos, logró mantener la voz calma a lo largo de todo el discurso:
“Ninguno de nosotros saldrá de la Tierra vivo, así que sé caballero, sé genial, gracioso y agradecido de las oportunidades que tienes”, declaró. “Mi desafío para cada uno de ustedes y para mí, es seguir creciendo y desarrollándose para mejor”, agregó.
“El futuro está verdaderamente en sus manos. Olvida tener sueñas a largo plazo. Seamos apasionados por aquellos objetivos en el presente. Sé micro-ambicioso. Trabaja con orgullo con lo que está frente a nosotros, porque no sabemos dónde iremos a terminar o dónde iremos a escalar”, puntualizó.
Tras entregar su discurso, un grupo de estudiantes improvisó un haka -danza tribal maorí para inspirar fuerza y asustar al enemigo-, a la que todo el colegio se sumó cantando. Impresionado por todas las muestras de cariño, Bailey susurró un “gracias”, entre los aplausos de sus compañeros.