Sabemos que cada persona vive de manera diferente su relación: algunos andan “pegados” para todas partes, otros viven su rutina tan aparte que pareciera que no son pareja, unos se la pasan peleando y terminando por Facebook y otros parecen ser perfectos.
Es por esto que el investigador de la Universidad de Illinois, Brian Ogolsky, decidió examinar las relaciones de 376 parejas que no se habían casado, pero que tenían interés en hacerlo a corto plazo, y que rondaban los veinte años. En vez de revisar el comportamiento de cada uno, investigó a la pareja como una unidad.
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Tras varios meses estudiándolos, concluyó que existen cuatro tipo de relaciones amorosas: dramáticas, conflictivas, socialmente involucradas y enfocadas en la pareja, como recoge el medio inglés The Independent.
La mayoría de las relaciones que investigó caían en la categoría de “dramáticas” (34%) y resultaron ser los que pasaban menos tiempo juntos y además, atravesaban muchas subidas y bajadas debido a sus peleas. La segunda categoría que imperó fue “enfocada en la pareja” (30%), la cual se caracteriza porque los integrantes valoran a su pareja por encima de todo y pasan un montón de tiempo juntos.
Después, les siguieron las parejas socialmente involucradas (19%), las que se caracterizan por interactuar con el otro en las redes sociales y finalmente, las parejas conflictivas (12%); estas últimas discutían mucho, pero tenían relaciones más estables que las dramáticas.
Tras 9 meses de estudio, Brian descubrió que las parejas dramáticas eran las que más terminaban su relación. Aquellas que se concentraban mucho en las redes sociales no variaban su interés en casarse a lo largo del tiempo y no concretaban el compromiso. Mientras que las parejas conflictivas tuvieron niveles regulares de compromiso, aquellas parejas enfocadas en el otro fueron los que más acabaron casados o con una larga relación feliz.
Este estudio revela lo que es obvio para algunos: pasar constantes peleas y “subidas y bajadas” debilita a la relación, mientras que concentrarse en las necesidades del otro -tanto como en las propias- es útil para una relación sana y con ambos felices.