En 1923 se registró en Santiago uno de los asesinatos más impactantes de la historia policial de nuestro país, conocido como el “crimen de las cajitas de agua”.
Rosa Faúndez (32) estranguló a su marido, Efraín Santander (47), y luego lo descuartizó, repartiendo sus restos por varios lugares de la capital, consignó la sección Fallo Histórico del Poder Judicial.
También puedes leer
Fue así como el 6 de junio apareció flotando un misterioso paquete en las denominadas “cajitas de agua”, que eran las rejas que filtraban el caudal del río Mapocho.
El estremecedor hallazgo conmocionó a la ciudad: se trataba de una pierna humana envuelta con papeles de diario y atada con una soga.
“La primera información que se manejó es que esa extremidad correspondía a una pierna de un varón, probablemente de estrato social bajo”, comentó Juan Zerené, subcomisario de la Brigada de Homicidios de la PDI.
Días después, cerca del barrio Matadero, fue encontrado un torso con sus respectivas extremidades.
Mientras la prensa de la época daba una amplia cobertura al suceso, un grupo de niños suplementeros del diario La Nación entregó la pista clave.
“Proporcionaron antecedentes de que había un suplementero adulto, muy popular en el sector, que de hace un par de días no lo veían, situación que les causaba extrañeza”, advirtieron.
Se trataba de Efraín Santander, apodado ‘El Águila’, un conocido vendedor de diarios que vivía en calle Santa Rosa y que estaba casado con Rosa Faúndez, también suplementera.
Para la Sección de Seguridad, antecesora de la Policía de Investigaciones (PDI), no fue difícil asociar sus restos.
De acuerdo al sitio Memoria Chilena, los investigadores notaron que la soga empleada para atar las partes del cuerpo era la misma que se utilizaba para amarrar los fajos de periódicos.
Además, efectivos inspeccionaron el inmueble con Faúndez en su interior, donde encontraron dos cuchillos con partículas de sangre.
Móvil del crimen y condena
Faúndez reconoció que lo asesinó con implementos disponibles en su propia casa tras una fuerte discusión, cansada de su ebriedad y constantes infidelidades.
Asimismo, señaló que al momento de los hechos el hombre trató de abusar sexualmente de ella.
La mujer fue condenada a solo 7 años de cárcel por homicidio y no parricidio, cuya pena es más alta, debido a que la imputada solo estaba casada por la iglesia, señaló el juez Daniel Aravena.
Además, el desmembramiento del cadáver no fue considerado como agravante, porque la víctima había fallecido antes, detalló el abogado.
Las versiones de la época señalan que Rosa, al recuperar su libertad, siguió atendiendo en el mismo quiosco que compartió con ‘El Águila’, pero ahora en compañía de su nuevo amor, otro suplementero.