Algunas murieron cuando la escalera de emergencias del edificio colapsó. Otras, aplastadas contra las puertas que sus jefes habían cerrado, preocupados por que ellas pudieran robar unos pocos centavos de tela sobrante.
Muchas fallecieron saltando desesperadas por los huecos de los ascensores y los balcones, convencidas de que no había otra salida.
Otras perdieron la vida de las peores formas: con sus vestidos en llamas o saltando de esas ventanas del noveno piso.
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Ocurrió una hermosa tarde de primavera en la ciudad de Nueva York. Era un día más de trabajo en la fábrica Triangle Shirtwaist Factory de Greenwich Village cuando se desató un incendio en los pisos superiores.
Era el 25 de marzo de 1911, el día trágico que inspiró la lucha de las mujeres del siglo XX por la igualdad de derechos y oportunidades.
No está claro exactamente cómo comenzó el incendio, pero se cree que alguien dejó caer un fósforo o un cigarrillo.
La fábrica, que ocupaba los tres pisos superiores de un edificio de diez pisos del Greenwich Village, ardió de inmediato.
Unas 500 personas, en su mayoría mujeres jóvenes inmigrantes italianas y judías, que trabajaban allí por un sueldo de alrededor de 15 dólares semanales, corrieron por sus vidas entre las paredes ardientes.
Las condiciones laborales eran nefastas. “Estas mujeres no podían acercarse a hablar con el dueño, tenían que fumar a escondidas y no podían parar para comer”, explicó Jane Hodges, presidenta de la organización Remember the Triangle Fire.
“Recibían bajos salarios, trabajaban largas horas y las puertas estaban cerradas con llave. No tenían derechos, protección o representación laboral. Era la clásica ‘fábrica clandestina’, a un paso de la esclavitud”.
De los 500 obreros atrapados por las llamas, 123 mujeres y 23 hombres no salieron con vida. La gran mayoría de los muertos eran mujeres jóvenes o niñas.
Muchos de ellos eran inmigrantes recientes, o hijos de inmigrantes, que trataban de ganarse la vida.
“Cada una de ellas vino a Estados Unidos con la esperanza de una vida mejor”, opina Annie Polland, vicepresidenta del Lower East Side Tenement Museum.
“Probablemente, cada uno apoyaba a otros miembros de la familia. Así que la pérdida fue casi incalculable”, agrega.
La puerta que daba al exterior estaba cerrada. Algunos creen que el dueño de la Triangle Shirtwaist Factory la cerró para mantener alejados a los sindicalistas, que alentaban a las empleadas a reclamar mejoras salariales y mejores condiciones de trabajo.
Según los informes, solo había un pequeño ascensor que funcionaba y ningún sistema de riego.
La escalera de incendios se rompió rápidamente por el peso de las trabajadoras que intentaban huir desesperadamente.
Los bomberos llegaron rápidamente a la escena, pero sus escaleras solo alcanzaron hasta el sexto piso, y sus redes resultaron demasiado débiles para atrapar a las mujeres que saltaban desde las ventanas.
Los neoyorkinos que pasaban por la zona observaban con horror cómo las obreras saltaban a la muerte sin que se pudiera hacer nada por ayudarlas. La tragedia tuvo un efecto duradero en la ciudad de Nueva York, y la protesta pública llevó al gobierno local a tomar medidas para evitar otro infierno.
“Este incendio realmente sacudió a la gente”, dijo el historiador Michael Hirsch en 2011, cuando se conmemoró el 100° aniversario del incendio.