Un árbol antes y después de ser impactado | Evan Gora/Cary Institute of Ecosystem Studies
Resumen automático generado con Inteligencia Artificial El Choibá, un árbol resistente a los rayos que habita en las selvas tropicales desde Nicaragua hasta Colombia, ha sorprendido a los científicos al sobrevivir a impactos eléctricos y beneficiarse de ellos al eliminar competidores y parásitos. Estudios revelan que estos árboles tienen una mayor conductividad interna y una estructura física que les permite resistir los rayos, convirtiendo la amenaza en una estrategia ecológica para su supervivencia. El descubrimiento sugiere que especies como el Choibá pueden influir en la composición y equilibrio de los ecosistemas, cambiando la percepción de los rayos como fuerzas destructivas a factores evolutivos y ecológicos clave en la dinámica de los bosques tropicales.
Esta semana se dio a conocer un "descubrimiento revolucionario" sobre cómo una especie de árbol electrocuta a los que tiene a su alrededor, con el fin de beneficiarse.
Cuando contemplamos los rayos, compartimos una percepción universal: esas descargas de millones de voltios que descienden desde el cielo representan el poder indomable y la furia de la naturaleza. Y no solo constituyen una amenaza para los humanos; en los bosques, los rayos actúan como agentes de destrucción, fulminando árboles centenarios y alterando el delicado equilibrio de los ecosistemas.
Sin embargo, en un sorprendente giro evolutivo, una singular especie arbórea de los trópicos ha logrado desafiar esta concepción, no solo sobreviviendo a estos impactos eléctricos, sino aparentemente beneficiándose de ellos.
El Choibá: el árbol resistente a los rayos
El protagonista de este fenómeno es el Choibá (Dipteryx oleifera), también conocido como almendro o haba tonka, informó Deutsche Welle.
Este majestuoso árbol de las selvas panameñas, que también prospera en el bosque húmedo tropical, desde Nicaragua hasta el norte de Colombia, por debajo de los 1000 m de altitud, parece haber desarrollado mecanismos para beneficiarse de los rayos a través de su evolución.
Lo más asombroso es que este imponente coloso, que puede alcanzar los 40 metros de altura, no solo resiste los impactos eléctricos con mínimos daños a su estructura, sino que ha convertido esta amenaza en una estrategia ecológica, utilizando la energía de los rayos para eliminar competidores y organismos parásitos que amenazarían su supervivencia.
Investigación y descubrimiento
Lo que comenzó como una observación casual hace una década, según explican los investigadores, se ha convertido en un descubrimiento revolucionario sobre la adaptación de las especies.
Los investigadores estudiaron 93 árboles alcanzados por rayos en el Monumento Natural de Barro Colorado, en Panamá, utilizando un sofisticado sistema de detección.
Los resultados fueron contundentes: mientras que el 64 % de los árboles de otras especies murieron en los dos años posteriores al impacto, los nueve ejemplares de Dipteryx oleifera monitoreados sobrevivieron con daños mínimos.
Pero la verdadera sorpresa fue descubrir cómo estos árboles transforman el peligro en beneficio.
Cada vez que un Choibá es alcanzado por un rayo, elimina en promedio 9,2 árboles competidores cercanos y reduce en un 78 % las lianas o enredaderas parásitas que infestan su copa.
Esta "limpieza eléctrica" les proporciona más acceso a la luz y los nutrientes.
La ventaja es tan significativa que, según los cálculos de los científicos, ser alcanzado por un rayo multiplica por 14 la capacidad de estos árboles para producir descendencia.
De hecho, el equipo descubrió que los árboles que viven cerca de un Choibá tienen un 48 % más de probabilidades de morir que otros árboles del bosque, presumiblemente debido a los rayos.
Adaptación y supervivencia: la estrategia del pararrayos natural
Lo más fascinante es que estos árboles parecen estar especialmente adaptados para atraer los rayos.
Su altura superior (unos cuatro metros más altos que sus vecinos) y sus copas inusualmente anchas los hacen hasta un 68 % más propensos a ser alcanzados por rayos que otros árboles similares.
Considerando que pueden vivir durante siglos o incluso más de mil años, y que son alcanzados en promedio cada 56 años, un solo árbol puede beneficiarse de múltiples impactos durante su vida.
¿Cómo logran estos árboles sobrevivir a semejantes descargas eléctricas?
Gora especula que la clave podría estar en su estructura física. Según reportó Live Science, estudios previos sugieren que el árbol tiene una alta conductividad interna, lo que permite que la corriente del rayo fluya sin acumular calor perjudicial, como un cable bien aislado.
Parte de esta resistencia eléctrica también podría deberse a la humedad de su madera.
Este hallazgo pone de relieve el papel poco apreciado que tienen los rayos en la dinámica de los bosques tropicales.
A medida que el cambio climático altere los patrones de tormentas, la influencia de estos fenómenos podría crecer, favoreciendo a especies como Dipteryx oleifera.
Para los científicos, entender la interacción entre rayos y árboles no solo ayuda a descifrar la estructura y diversidad de las selvas, sino que también orienta estrategias de conservación y reforestación, pues especies "pararrayos" como el almendro tienen un impacto notable en la composición y el equilibrio de estos ecosistemas.
De momento, lo que está claro es que este estudio puede transformar nuestra comprensión del rayo, pasando de verlo como una simple fuerza destructiva a reconocerlo como un factor ecológico que ha moldeado la evolución de al menos una especie arbórea durante miles de años.
Como señaló a Science Tommaso Jucker, ecólogo forestal de la Universidad de Bristol que no participó en la investigación, este es "un trabajo realmente creativo que cambia nuestra perspectiva sobre los rayos como agentes perturbadores".