Antonia Ramírez es una joven que actualmente cursa la carrera de psicología, y que debe enfrentar una compleja diabetes que la ha llevado a estar 16 veces hospitalizada en centros asistenciales a lo largo de su vida.
Hija del periodista de TVN, Gonzalo Ramírez, la joven logró obtener hace algunas semanas la bomba de insulina mediante la Ley Ricarte Soto, luego de estar sujeta a un largo y costoso proceso, donde una de las exigencias era acreditar un crítico estado de salud.
Desde los 9 años que Antonia vive con el diagnóstico, el que según comentó a Página 7 recibió luego de que sufriera una alza de glicemia mientras estaba en el colegio.
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“Llevaba semanas haciendo mucho pipí y tomando mucha agua, lo que hizo que en siete días bajara como 20 kilos. Un día en el recreo me sentí mal y me llevaron a urgencia. Tenía 500 de glicemia y se me diagnostica diabetes tipo 1″, contó.
Sobre cómo enfrentó aquel momento, la estudiante de psicología aseguró que fue una especie de duelo. “Tienes que aceptar que no eres al único que le pasa, porque uno piensa eso, se siente solo, te preguntas por qué a mí, más cuando eres niño, y con el tiempo vas aprendiendo que tienes que llevar tu comida a todas partes”, dijo.
Desde ese entonces, Ramírez debe estar en constantes controles ya que llega muy rápido a “índices de glicemia altos y bajos”, lo que es un riesgo para su salud.
De hecho, hace poco más de un mes, la joven permaneció hospitalizada en la clínica. “Estuve muy crítica. Yo llevo 14 años con esto y padezco neuropatía periférica. Enfrenté dolores terribles que no me dejaban dormir. Y durante 10 días permanecí hospitalizada por el manejo del dolor con medicamentos sumamente fuertes”, contó.
Pero eso no fue todo, ya que tras sentirse bien un par de días después regresó al centro asistencial ¿El motivo? Una crisis de abstinencia por los fármacos para el dolor, por los que presentó naúseas, vómitos, contracciones abdominales, entre otros.
Según explicó, esta afección se produjo al estar muchos años descompensada en sus niveles de glicemia, motivo por el que ahora “el organismo no entiende que estoy compensada y que la glucosa bajó”.
“Lo he enfrentado con apoyo familiar, terapia psicológica, la compañía de mi pareja y el apoyo de mis padres que no me han dejado sola. Es duro, no ha sido fácil, uno se cansa porque es una enfermedad muy agotadora y hay que estar siempre dando la lucha”, aseguró.
El apoyo de sus padres
Antonia cuenta que su mayor soporte en materia económica ha sido su padre, quien ha debido costear junto con su madre los tratamientos.
Incluso, fue él quien debió comprar su primera bomba de insulina cuando tenía solo 15 años, la que quedó obsoleta ante la gravedad de su estado de salud hace un tiempo atrás, y que su costo supera los 4 millones de pesos.
Hija diabética. Imposible estabilizarla sin bomba. Pagué casi 4 millones. Le cambió la vida. Inaccesible para muchos.#BombaDeInsulinaAlAuge
— Gonzalo Ramírez Troncoso (@gonzaloramirex) September 28, 2015
“Primero accedí al GES con la Isapre cuando era carga de mi papá, lo de la bomba antigua no me cubría nada y ahí eran como 400 mil pesos mensuales solo en insumos -que es más que un sueldo mínimo-, inaceptable para la salud”, aseveró.
Asimismo, Antonia sostiene que no hubiese podido enfrentar esta enfermedad sin el apoyo de Gonzalo y el de su madre, quien jamás le ha fallado al acompañarla a un control o cuando más lo ha necesitado.
“Ellos son todo para mí, la familia es nuestro valor más importante. Están separados pero son amigos y se quieren un montón. He estado 16 veces hospitalizada con descompensaciones en diferentes clínicas y él hizo todo lo posible porque me atendieran los mejores profesionales y me dieran todos los medicamentos. Eso no es barato, no es fácil llevar una familia y enfrentarte todos los años a una crisis que significa gastos y costos”, dijo.
Y agregó: “Mi madre ha sido quien ha estado conmigo en cada caída emocional, las idas a la clínica mientras mi papá trabaja. Ella se ha quedado semanas conmigo internada, atendiéndome cuando lo necesito, apañándome cuando me sentía siempre enferma. Es fundamental, ella jamás ha faltado o fallado, y creo que jamás lo haría”.
Sobre por qué quiso apelar a la Ley Ricarte Soto, la estudiante precisó que siempre buscó la independencia y poder vivir con la enfermedad.
“Mi idea era hacer esto para que ellos también se preocuparan de sus otros hijos. Ellos también se pueden enfermar o sufrir algo similar y todo eso es plata. Uno además de tener esta condición podría tener otras cosas o ir a la universidad y tienen otras necesidades. Por eso uno tiene que hacerse cargo. Siempre tuve ese bichito de moverme”, recalcó.
El largo camino de Antonia Ramírez para la bomba de insulina
Al ser un gran gasto, la joven manifestó que siempre quiso encargarse de ello, ya que sus padres no estarían siempre para apoyarla económicamente, realizando todos los trámites necesarios para obtener su bomba de insulina.
“Era una candidata específica gracias a las compensaciones regulares que tenía y que no eran beneficiosas para mi salud”, indicó.
Lo anterior, llegó como recomendación de su equipo médico el que le explicó que era la mejor opción.
“El sistema te pide una brutalidad de hipoglicemia cada cierto tiempo que son súper peligrosas para acceder a la bomba. Esto, porque cuando son muy bajas no llega el oxígeno al cerebro y te puedes morir. Es una cosa terrible, te piden que estés corriendo riesgo vital casi, que sea demasiado urgente para tener el beneficio y debería ser una opción adquirir la bomba de insulina, porque mejora la calidad de vida en un 80 y hasta un 100%”, enfatizó.
Incluso, Antonia relató que debió asistir a decenas de médicos de forma particular para presentar los papeles en un beneficio estatal, lo que asegura es “inaceptable”.
“Mucha gente que está en el proceso deserta porque el paciente debe asistir a muchos profesionales. Tienes que pasar por psicólogos, diabetólogos, nutricionistas, y todo eso es particular y se tiene que pagar, además de los exámenes. Varios desertan porque no tienen el dinero para costear los especialistas”, recalcó.
En la misma línea, la joven hizo una dura crítica al sistema de salud. “No puede ser que estés muriendo para que te acepten en el proceso, además de costear todos los médicos particulares tampoco puedes seguir. Se supone que esto es un beneficio del Gobierno, y yo tengo muchos amigos que no han podido continuar porque no tienen los medios”, expresó.
“Es súper triste ver a niños descompensados porque no tienen el dinero, porque una bomba de insulina vale lo mismo que lo que cuesta un auto, sumado a los insumos que son más que un sueldo mínimo. Y eso no es justo”, remarcó.
Eso sí, Antonia manifestó que acceder a este beneficio ha sido un gran alivio para su calidad de vida. “Podré graficar mis niveles y encontrar por qué ocurren estas altas y bajas rápidas de glicemia (…) Yo después voy a trabajar y seré clase media, entonces esto me da la calma que no gastaré demasiado en los insumos. Eso es impagable”, señaló.
Finalmente, la joven hizo énfasis en que el gasto de esta enfermedad -que afecta a más del 10% de la población chilena-, debería estar cubierta más allá de los fármacos.
“Uno tiene que comer también, esa es mi crítica. La salud no tiene que ser una exigencia, sino que un derecho y la calidad de vida es una opción, cómo tratar una condición también y no tiene por qué ser forzoso. Eso no es justo”, sentenció.