Hace dos años atrás, la joven inglesa Kerrie Armitage se fijó en una extraña mancha roja en su brazo, la cual comenzó a picarle mucho. Los médicos le dieron un desolador diagnóstico: sufría de una extraña condición llamada urticaria acuagénica, es decir, alergia al agua.

Rápidamente, las manchas de alergia comenzaron a extenderse por todo su cuerpo. Pequeños detalles de su vida comenzaron a afectarle la piel: sus lágrimas, meterse en una piscina y hasta darle un beso a su esposo. “Sus labios están húmedos, su saliva me puede hacer reaccionar”, detalló al medio británico Mirror.

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“Él se asegura de que sus labios estén secos antes de darme un beso. No ocurre todo el tiempo. Puedo hacer la misma cosa una y otra vez sin reaccionar, pero lo hago una vez más y consigo un estallido”, agrega. Hoy, Kerrie se dedica al cuidado de sus hijos a tiempo completo, ya que tuvo que dejar su trabajo en el rubro de la limpieza… porque no podía tocar el agua.

PA Real Life
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“Puede ser frustrante, pero él es un gran apoyo (su esposo). Después de años juntos se vuelve normal. Aprendes a acostumbrarte. Pero puede ser una molestia”, relata.

El día de esta mujer de Leeds (Reina Unido) parte escogiendo entre lavarse ella o bañar a sus hijos. “Mis manos no pueden hacer las dos cosas, es demasiado doloroso. Cuando tengo a mis niños sentados sobre mí dándome un abrazo, el calor de su cuerpo me hace sudar y tener una reacción”, explica.

Cuando se ducha, tiene que hacerlo en el tiempo mínimo y con el agua realmente caliente. Tampoco bebe agua fría, sólo café y ha debido dejar el ejercicio, porque la hace sudar y tener más alergia. Kerrie debe tomar antihistamínicos todo el tiempo y de vez en cuando, debe recurrir a inyecciones de epinefrina portables (EpiPen), mientras espera a que algún día exista una cura para su caso.