Rara vez (o nunca) nos preguntamos si cuando extrañamos a una pareja, a hijos o a quien creamos que amamos lo hacemos porque realmente hay sentimientos involucrados o solamente porque estamos experimentando la profunda necesidad de tenerle con nosotros, y por lo tanto estamos develando un profundo miedo a perderle.
Los seres humanos habitamos en el miedo, y específicamente en el miedo a la pérdida. Miedo a perder el afecto de quienes nos acompañan en nuestra vida, a perder estabilidad económica, a perder nuestro trabajo, a perder status, pero en el fondo, se traduce en un profundo miedo a perder el afecto y el reconocimiento que todo lo anterior nos entrega.
Esto nos ocurre a todos pues todos venimos de historias de carencias afectivas. Si te niegas a reconocerlo quizás sea por el miedo a darte cuenta de que eres una persona carente.
Nuestras historias de carencias afectivas se remontan a nuestra más tierna infancia; aquella etapa de la cual no tenemos prácticamente recuerdos conscientes pero si están nuestros registros emocionales de soledad, abandono, sometimiento, etc.
De esta forma construimos nuestras relaciones de pareja, nos relacionamos con nuestros hijos y después nos devastamos cuando incontrolables se revelan en aquello que llamamos “la edad difícil”. Nos volvemos frágiles y vulnerables frente a aquellos que nos entregan migajas de afecto, a quienes nos reconocen y nos dicen que somos buenos y con estos patrones inconscientes nos emparejamos, explica Óscar Cáceres, Coach y Speaker Internacional.
“Establecemos contratos transaccionales no escritos en donde te entrego afecto en tanto tú hagas lo mismo. Nos acostumbramos a recibir esos afectos de quienes pensamos que amamos y generamos apego y sufrimiento que literalmente nos atan a relaciones no pocas veces turbulentas, relaciones basadas en la búsqueda del otro, en el miedo a perderle, en el egoísmo y por lo tanto en los celos y en las inseguridades; levantamos expectativas con respecto al otro y al darnos cuenta que no se cumplen nos provocan sufrimiento. Nuestras relaciones están enfermas y se basan en el miedo”, señaló el profesional Creador de Extraordinary People Model.
Según señala, el amor verdadero no espera nada. No teme a la perdida ni tiene expectativas. “Sólo ocurre con el otro a propósito del otro y no se contamina con las inseguridades ni con los celos. Es amor verdadero. El mismo que podemos entregar a nuestros hijos para que se completen afectivamente y no salgan al mundo inseguros como sus padres”.
Finalmente Cáceres expresa que “La mejor escuela para padres ocurre cuando somos niños. Si somos colmados del amor verdadero en nuestra historia, estaremos preparados para amar sin expectativa y sin condiciones, alejados de la violencia y del temor, solo amando”.